Templos de Xi'an
Xi'an es una ciudad de las más antiguas de China, estimándose su fundación en el siglo XVI a.C. Tuvo diferentes nombres en las distintas dinastías de las que fue su capital, llamándose Fenghao, Daxing, Fengyuan, Chang’an, Anxi, JIngzhao, Xijing y finalmente, en 1943, Xi'an, que es el nombre que se le dió en la dinastía Ming. Su emplazamiento marca el extremo oriental de la Ruta de la Seda. Su importancia era tanta durante la dinastía Han (200 a.C. aproximadamente) que triplicaba la población de la Roma de aquella época.
El último día que ibamos a pasar en esta ciudad lo dedicamos a pasear por nuestra cuenta para acercarnos a alguno de los lugares que figuraban como imprescindibles para visitar. Dado que nos habíamos perdido la Gran Mezquita de Xi'an al cambiarla por el zoco musulmán (no sé si he dicho que viven en Xi'an unos 60.000 musulmanes de la minoría Hui que conservan sus tradiciones), decidimos visitar dos templos cercanos el uno del otro que son la Torre Tambor y la Torre Campana. Fuimos caminando por una gran avenida con problemas de tráfico, debido entre otras razones a algo que nos parecío un tanto incomprensible: no han descubierto las rotondas en los cruces, a pesar de los floripondios un tanto horteras que se ven por algunas calles y que parecen haber sido hechos para ocupar el centro de una rotonda. Los cruces o bien se rigen por semáforos de toda la vida o bien se hacen viendo quien se cuela antes, pero ni una sola rotonda. Eso sí, no suelen tocar el claxón, los coches me refiero, porque las motos lo hacen continuamente, por la calzada y por las aceras.
Torre Tambor es el templo que vimos el otro día por la noche al final del zoco musulmán. Es un templo tradicional chino que se construyó en el siglo XIV durante la dinastía Ming. Se llama así porque hay una serie de tambores que en aquel tiempo servían para indicar el paso de las horas y también las situaciones de emergencia.
El interior está lleno de objetos dignos de figurar en un museo. Estatuillas, biombos, muebles de todo tipo bellamente trabajados y tapizados... por no hablar de los techos que también muestran formas y colores de muy bella factura. Desde sus terrazas se tiene una hermosa vista de la ciudad con un parque en primer plano a rebosar de gente que esperaba para entrar al templo o descansaba tras salir de él. Tuvimos la suerte de que se daba un concierto de música tradicional cuando estábamos a punto de marchar, y nos quedamos a escucharlo, lo cual fue otro precioso momento que vivimos en el interior de Torre Tambor.
Después fuimos a Torre Campana que es un templo muy parecido al que acabábamos de ver pero sin tambores, con una gran campana que da nombre a la torre. Se construyó un siglo más tarde que Torre Tambor y tiene la particularidad de ocupar el centro geográfico de la ciudad en medio de una plaza a la que hay que acceder por un subterráneo. Comida en un restaurante de por allí y vuelta al hotel a descansar un poco de la caminata que no fue pequeña.
Al día siguiente teníamos que partir para Wuhan, así que me dí una última vuelta nocturna hasta la muralla comiéndome un boniato asado que compré en un puesto callejero por 3 yuanes (unos 40 céntimos), y al llegar a la muralla capté esta bella imagen con la que me despido de esta ciudad donde habitan los guerreros de terracota y unos 10 millones de chinos más.






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