Último día en Shanghái
Para despedirnos de Shánghái nos dedicamos a patear sus calles durante todo el último día. En primer lugar fuimos al barrio francés, donde por cierto nos perdimos durante un par de horas tratando de encontrar un parque cuyo nombre he olvidado. Preguntar a la gente no es tan fácil, con la mayoría nos resultaba muy complicado hacerles entender aunque eso no quiere decir que no lo intentasen, pero muchos parecían no conocer las direcciones que les pedíamos, aparte de la dificultad de un desconocimiento total del idioma por nuestra parte. Los más jóvenes hablaban inglés casi todos y eran tremendamente amables, y así que al final cuando queríamos preguntar algo buscábamos a gente menor de 30 años con pinta de estudiante. El barrio francés nos pareció más auténtico respecto a otras zonas de la ciudad, a pesar de lo que representa de ocupación extranjera de otra época. No parecía haber sido construida la semana pasada como lo que habíamos andado de la ciudad los días anteriores. Sin embargo, y bajo nuestro punto de vista, desgraciadamente, hay un detalle que los iguala a todos: vayas por donde vayas, prácticamente en cada rincón te encuentras con un Starbucks.

Terrible, a pesar de que era el único sitio donde podíamos tomar café, eso si, a un precio exagerado en un país donde los yuanes permiten gastar poco dinero en la mayoría de las cosas. Por poner un ejemplo, nos resultaba igual de caro, o más, tomar un café con un bollo en esta cafetería que almorzar en un restaurante normalito con dos platos, arroz y cerveza. Así que al final decidimos no tomar café, lo cual nos supuso un trauma casi insuperable pero que aguantamos con resignación. Los chinos no sienten ninguna afición por el café, y si estos establecimientos han proliferado seguramente es porque son lugares donde pasar el rato, con el ordenador o con tus colegas o leyendo un libro, lo cual no vimos en otros tipos de establecimiento, como las terrazas madrileñas o las cafeterías de barrio que puedes encontrar en cualquier ciudad española.
Por cierto, hablando de pagar. En China el dinero en efectivo está prácticamente desaparecido. Todo el mundo paga con el móvil con las aplicaciones WeChat o Alypay. En todos los sitios donde puedes comprar algo hay un cartoncito con un código de barras al cual acercas el móvil y ya está. se acabó el trámite. En todas partes, las tiendas, los pequeños tenderetes donde se vende comida por la calle, el autobús, cualquier sitio. Creo que es un sistema muy eficaz y deseable, y si bien creo que ya existe en Europa también, es necesario que los comercios lo acepten para que llegue a ser generalizado. Una amiga de Wuhan nos dijo que ella ya llevaba mucho tiempo sin sacar un solo yuan a la calle.
Bueno, para no decir que no habíamos estado, nos pasamos también por la parte más moderna de la ciudad, el skylane que se ve desde el otro lado del río. Grandes edificios, como el más representativo llamado la Perla Oriental, que rivalizan y superan, bajo nuestro punto de vista, en magnitud a cualquier ciudad europea o americana.
Las avenidas en esta zona son muy amplias, los coches en su gran mayoría de alta gama, y la limpieza, con una pulcritud propia del suelo de un aeropuerto. No parece que hubieran edificios de viviendas, ya que los grandes edificios parecían estar destinados a oficinas, y no vimos otro tipo de casas normalitas.
Se podía subir a la Perla Oriental o a otros edificios para apreciar desde las alturas la ciudad a tus pies, pero nos pareció tan caro, unos 100 yuanes creo recordar, que nos quedamos en la planta baja para gastarnos los yuanes en una buena comida. En realidad este paseo por la parte moderna de la ciudad nos dio la misma impresión que nos hubiera dado pasear por cualquier otra ciudad de cualquier otro país en cualquier otro continente, pero fue agradable, ya que, para nuestra fortuna, en toda la estancia en Shanghái, el clima fue deliciosamente suave.
Me pregunto que influencia han tenido las concesiones internacionales que se establecieron tras las guerras del opio del siglo XIX y que duraron casi cien años para el desarrollo tan espectacular de Shanghái y su similitud con cualquier ciudad occidental. "Beijing es la capital cultural y política de China, pero Shanghái es la capital económica", nos dijo un amiguete chino. Posiblemente haya tenido mucho que ver su experiencia en el comercio internacional en el hecho de que esta ciudad parezca respirar dinero tanto en sus estructuras majestuosas como en el porte y glamour de sus habitantes, que según nos dijeron, se muestran orgullosos y miran con superioridad manifiesta a los que no han nacido en esta privilegiada ciudad.
- Los del otro lado del río - denominaron a los provincianos que venían a ver el skylane de Shanghái.




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