Los guerreros de terracota
Habíamos contratado una excursión para hacer la inevitable visita a los guerreros de terracota que dan fama a la ciudad de Xi'an. Nos levantamos muy prontito, comimos el sabroso desayuno inglés que nos liberaba un poco de los sabores de la comida china que tomábamos cada día, y nos montamos en un autobús un tanto incómodo. Tras un recorrido de casi una hora de hotel en hotel para recoger a más turistas, nos encaminamos al fín hacia la tumba del primer emperador de China al cual debe el país su nombre, Qin Shi Huang, de la dinastía que también lleva su nombre, la dinastía Qin. Debo hacer notar que en chino, la Q suena como Ch, para que se entienda bien lo que acabo de decir.
En esta ocasión, en el autobús si que viajaban turistas occidentales, una pareja alemana, una holandesa, una colombiana y algunas más que no llegamos a identicar su origen, todas en parejas, aunque también ibán dos señores coreanos muy mayores y simpáticos y algunos chinos, y nosotros, a los que todo el mundo confundía también con un matrimonio.
-Solo somos amigos - lo decíamos tanto que nos lo aprendimos hasta en chino: Wǒmen zhǐshì péngyǒu, aunque como traducción del google tal vez no fuese correcto, porque o no se lo acababan de creer o es que no nos entendían por la cara que ponían.
El caso es que tras casi una hora de camino, llegamos a un lugar que erróneamente creímos que sería ya nuestro destino turístico, pero no, era, claro está, una tienda de recuerdos para turistas. Sin duda, esto pasa en todas las excursiones de todos los países del mundo, y en China también. Bueno, la tienda era deliciosa, estaba dividida en dos partes, la primera, cositas de merchandaising como las del zoco musulmán del día anterior pero más caras, palillos, sedas, llaveros, bolsos, figuritas, que sé yo, cientos de cosas diferentes y muy llamativas. No compramos nada, claro. La segunda parte de la tienda era preciosa, dedicada a muebles, biombos pintados de forma delicada, mesas talladas, sillas, armarios, aparadores, espejos, estatuas... me lo hubiera llevado todo, por cierto te lo mandaban a casa si así lo deseabas, pero había dos impedimentos, ni tengo dinero para comprar una sola cosa de este almacén-museo tan caro ni tengo casa donde poner estas maravillas de madera. Bueno, pues una hora nos tuvieron aquí con la expresión cada vez más enfadada de los viajeros que habíamos contratado una excursión para ver los guerreros, no unos almacenes, aunque te pudieras hacer allí una foto tan graciosa como esta.
Bueno, al fin nos fuimos rumbo a las excavaciones. Curiosamente nos dijeros que veríamos la tumba de este emperador que todavía no se ha abierto por temor a que pueda estropearse el interior que ha estado tanto tiempo cerrado, aproximadamente desde el año 210 a.C. Y si, el verbo es correcto, lo vimos, porque desde la carretera, sin parar el autocar nos dijeron:
-Mirad, mirad allí, en aquella colina verde. Pues allí esta la tumba del emperador Qin.
Y siguió andando el autocar, nosotros estábamos en el lado contrario del pasillo, así que ni siquiera llegamos a vislumbrar la colina. Los coreanos se enfadaron mucho luego porque dijeron que esto había sido un timo manifiesto. Y tenían razón. Bueno, pues llegamos a las instalaciones de los guerreros de terracota. Cientos de autocares habían llegado antes que nosotros, pero encontramos un sitio para aparcar, nos bajamos, nos dejaron unos minutitos para ir al baño y luego fuimos andando hasta el destino final, como veinte minutos o así por un bello caminito entre flores y árboles. Al llegar a una gran explanada, tras indicarnos la guía donde estaban los guerreros dijo que nos dejaba solos, que nos reuniéramos allí mismo después de unas dos horas, así que nos dispersamos cada uno por su lado.
Entramos en el edificio donde estaba la principal excavación abierta al público. Según nos habían contado, a pesar de lo grandioso de lo que ibamos a ver, todavía había muchas zonas que estaban siendo excavadas o reparadas y a las que no se permitía la entrada.
Por supuesto que es impresionante. Una sala enorme en la cual en una serie de pasillos excavados pueden verse los famosos guerreros por cientos, todos parecidos, todos diferentes, lo que pasa es que ya los conoces tan bien como si ya hubieras estado a través de documentales, reportajes, fotos, noticias, etc., y por lo tanto te quitan el factor asombro. Pero aún así es toda una experiencia verlos así, en vivo y en directo.
Por lo visto, son más de 8.000 guerreros con caballos y otros personajes, como concubinas o criados, y también un montón de animales diferentes, como cerdos, perros, etc., aunque solo se pueden ver los guerreros y sus caballos y un carruaje de bronce con cuatro caballos tirando de él. Estaban completamente pintados con colores vivos en origen, pero al descubrirlos se borra la pintura y todos tienen el color de la terracota, que no es más que arcilla modelada y endurecida al horno; algunos que todavía no han sido desenterrados están en espera de que se encuentre un método que garantice la persistencia de sus colores originales. Según el modo en que tengan los brazos, son de una escala u otra, es decir los generales los tienen cruzados por delante, los capitanes a un lado, los soldados sosteniendo armas que ahora se han perdido en su mayoría bien porque eran de madera o bien porque han sido robadas, los arqueros están arrodillados... y los trajes por supuesto son diferentes según el rango militar.
El caso es que tras las dos horas dichas en las que nos dió tiempo a ver con detalle los guerreros (hay otras dos salas más pequeñas con los mismos guerreros pero un poco más deteriorados y en menor cantidad) nos reunimos en la explanada de nuevo y nos fuimos a comer a un restaurante que estaba cercano a las instalaciones, enorme, más de una centena de mesas grandes con 10 o 12 sillas en cada una de ellas. La comida era variada aunque no muy abundante, pero lo que más me gustó fue que la mesa era de un tipo que yo tenía ganas de conocer, un cristal redondo en el centro donde se ponen todos los platos y es giratorio para que puedas llevar cada uno de ellos a tu sitio y tomar una porción para ponerla en tu bol o comerla directamente. Ni primeros platos ni segundos ni postres ni menú, unos 12 o 13 platos diferentes sobre el cristal para todos los gustos, sopa, carne, verduras, pescado, frutas, y que cada uno coja de lo que quiera, aunque lo normal es probarlos todos. Eso si, la bebida no estaba incluida, solo el agua caliente; si querías algo más lo tenías que pagar tú. Además, fue una comida agradable porque tuvimos oportunidad de charlar con nuestros compañeros de excursión sobre sus países, sus experiencias viajeras, sus impresiones sobre China, etc., etc. En inglés, claro, lo cual quiere decir que no me entere de todo, dado que mi nivel no es precisamente el de un nativo.






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