Mercado de novios y Yuyuan

Al día siguiente nos fuimos a dar una vuelta por el parque situado en la Plaza del Pueblo, bonitos árboles, bonitas composiciones de flores pulcramente cuidadas, estatuas alusivas a la revolución de excelente ejecución artística, y un lago cubierto de nenúfares junto a una casa de corte tradicional que resultó ser un restaurante caro.


Pero entonces nos topamos, por casualidad, con una de las actividades más conocidas y curiosas de Shánghái, aunque luego nos dijeron que también existía en otras ciudades chinas: el mercado de novios y novias. En largas filas de paraguas abiertos y puestos en el suelo, podían verse folios escritos sobre cada uno de ellos, y como yo ya había leido algo sobre esta curiosa oferta, deduje de lo que se trataba, ya que la lectura me estaba vedada por estar en chino. Detrás de cada uno de los paraguas había una persona mayor, tanto hombres como mujeres, porque los novios y novias ofertados tienen tan poco tiempo que no  pueden venir a publicitarse ellos mismos y mandan a sus padres, o quizá sea iniciativa de estos últimos. En las ofertas de noviazgo se incluyen los datos económicos sobre todo, si tienen casa, si tienen coche, cuanto ganan, tienen un trabajo estable, etc., y en la mayoría de los casos, ni una palabra de datos físicos o al menos una foto. Muchos viandantes echaban un ojo a las ofertas con una mirada quizá crítica, quizá esperanzada, paseando entre los paraguas de todos los colores. Un chaval muy simpático de unos 30 años y con un cierto conocimiento del inglés nos mostró su propia hoja que llevaba consigo enseñándola a todo aquel que quisiera verla. Estaba escrita en 10 idiomas, entre ellos, el chino, el portugués, el ruso... y los demás no pude distinguirlos, quizá eran dialectos o quizá de países del este de Europa.

-¿Y sabes hablar todas estas lenguas?

- Jaja, claro que no, pero si me sale una novia nos entenderemos por señas. Lo importante es encontrar alguien con quien casarme.



Ante esta afirmación, debo hacer un inciso para hablar del tema del matrimonio en la sociedad china según nos han contado todas esas chicas que hemos conocido en el viaje o las que conocíamos anteriormente en España. Parece ser que puede considerarse casi una obligación, o al menos una meta ineludible el que las mujeres chinas se casen antes de cumplir los 30 años, porque sino, inexplicablemente, sus posibilidades bajan de una manera casi insalvable, asi que existe un miedo atávico a llegar a esa edad sin haber encontrado pareja (ojo, insisto en que hablo de las mujeres. Para los hombres creo que no existe este sentimiento de agobio). Sin embargo, no existen formas claras de ligar, a no ser en el ambiente laboral o académico, no es muy frecuente que haya discotecas o bares donde ir con las amigas, y las salidas suelen ser muy esporádicas y en pandilla de amigos para ir a cenar, sin mucha intención de conocer gente nueva. Además, la agenda de los jóvenes es tan apretada que no tienen tiempo para establecer relaciones, tanto en el estudio, tremendamente exigente, como en los horarios laborales que suelen ocupar todo el día. Así que este mercado de novios es una manera válida para conocer a tu media naranja.



-Pero... ¿y el amor? -pregunté a una de mis amigas.

-El amor suele venir después de la boda, pero el vivir con un marido sin estar enamorados no es peor que ser una solterona en China, donde la presión familiar y social es insufrible a veces. Además no te casas el primer día... pueden salir algunos días juntos para conoceros mejor.

También nos pareció que en la era de las redes sociales, no haría falta este mercado de novios mucho menos eficaz que un chat, y sin embargo, ahí esta. Quizá sea porque las tradiciones no son faciles de extirpar de la cultura ni de la mente de los agobiados chinos solteros. Hablando de solteros, el 11 de noviembre (11 del 11) se celebra el Guanggun Jie o día del soltero, por el número 1 claro, y la gente celebra eventos como citas a ciegas o reuniones para ver si asi encuentran novia o novio. También se hacen muchos regalitos lo que aprovechan astutamente los centros comerciales; vamos, es algo parecido a San Valentín, pero sin pareja.

Aquella noche nos fuimos a dar un paseo por los jardines de Yuyuan, lugar que alguien nos había dicho que no dejásemos de visitar. Teníamos una idea distinta de lo que nos encontramos porque creíamos que veríamos una especie de parque con bellos parajes de flores y bancos junto a una laguna de nenúfares. Pero nada más lejos de la realidad. Yuyuan es una especie de ciudad onírica. Cuando llegamos estaba empezando a iluminarse y las imágenes entraron en nuestros ojos como obras de arte de otros tiempos. Edificios clásicos chinos embellecidos por colores que recortaban sus formas en el cielo nocturno. Una multitud de gente inundaba las plazas y calles donde también podían comprarse todo tipo de objetos para turistas.


Todavía no hemos llegado a saber si esta parte de la ciudad es realmente de alguna dinastía antigua, tal vez la Qin o la Han, o ha sido construído para que la aprecien los viajeros y se trasladen a otras épocas como una especie de decorado teatral. Su belleza es tanta que resulta incluso un poco embriagadora e increíble. En el centro de este jardín, se encuentra una pequeña laguna cruzada por puentes de estructura china y junto a una muralla que si parece tener la antiguedad que se le supone. Cuando llegamos a la orilla de la laguna, una pequeña barca movida por una especie de gondolero chino albergaba una preciosa joven vestida con trajes tradicionales y cantando una envolvente balada a la vez que tocaba un instrumento parecido a la guitarra pero que pertenece a la misma familia que el laúd llamado pipa.



El efecto era realmente hipnótico si no fuera por el ruido que emanaba de las miles de personas que observaban desde los puentes, aún así era una escena teatral o quizá mágica que arrancaba exclamaciones de admiración de todos los presentes, incluidos nosotros. La iluminación del conjunto era, como todas las iluminaciones chinas de edificios, un tanto mareante. Todo tipo de colores y tonos se hallaban allí presentes para resaltar las fachadas, las barandillas, el agua, las puertas y por supuesto los comercios que ocupaban todas las plantas bajas de aquellas casas que parecían templos. No pude evitar pensar que así era la mansión del libro "Sueño en el pabellón rojo" que había leido antes de venir a China.


La artista volvió a cantar esta vez asomada a una ventana donde un foco la daba un aspecto enigmático, de dama enamorada por la tonalidad de su canción, y con esta imagen de luz y sonido nos fuimos despacio a tomar el metro, por cierto fantástico en puntualidad, claridad, limpieza y precio (4 yuanes de media para ir de un sitio a otro, unos 50 céntimos de euro). Nunca necesitamos tomar un taxí durante nuestro viaje, ya que el metro llegaba a todas partes y cuando no era la hora punta no resultaba más agobiante que cualquier línea madrileña. Lo más curioso quizá del metro es que a la entrada teníamos que pasar los bolsos por un escáner como si fuéramos a entrar en un aeropuerto, y además de media había unos 4 guardias controlando tus pertenencias. Seguridad ante todo, aunque acabamos un tanto hartos de la exageración que supone tanto control.




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