Charlas en Xi'an

El resto del día en que visitamos los guerreros tuve una serie de contactos que fue lo más interesante que me pasó esa tarde. En primer lugar al volver de la excursión hicimos amistad con una pareja de colombianos que habían compartido el viaje con nosotros. Habían venido a una convención de piezas para vehículos de trabajo, tractores, cosechadoras, cosas así. Con el placer que da hablar español en un país donde no entiendes ni patata, enseguida nos pusimos a contarnos nuestra vida. Tenían un pequeño negocio en Colombia y habían venido a comprar algunas piezas para luego venderlas en su país. Eran gente sencilla que se quejaba mucho de la situación de su país, sobre todo de la corrupción que prácticamente copaba todos los recursos colombianos. Se estableció una buena relación entre personas de dos de los países más corruptos del mundo.

- La gente en Colombia hace todo lo que puede para no pagar impuestos. No se utilizan para hacer carreteras u hospitales, acaban en los bolsillos de los políticos de turno.

Por lo menos, creían que la situación de conflicto y de peligros constantes estaba mejorando mucho, ya se podía viajar por todas partes sin problemas a diferencia de otros tiempos no tan lejanos. Sobre China pensaban eran gente complicada para trabajar con ellos.

- A veces nos hemos puesto a regatear con ellos, y con una sonrisa, aceptan. Pero como nos lo tienen que mandar por correo, al recibirlo nos damos cuenta que no es el mismo producto, sino que es de una calidad inferior; cuando se lo decimos, ponen cualquier excusa, como que se han acabado los que habíamos pedido, y siempre con la misma lucha en nuestras compras.

Además el hombre decía no soportar la comida china, porque según él, hay una especia que no logra reconocer que está en todos los platos y que le produce poco menos que vómitos. Bueno, no podemos estar de acuerdo en eso. A mí me encanta la comida china, aparte de que, dependiendo de cada provincia, las comidas no me han parecido idénticas. 



Al volver a nuestro hotel, ya un tanto avanzada la tarde, decidimos no salir del hotel y dedicar el tiempo a descansar que nos lo teníamos bien ganado. ¡Lo que habremos andado en nuestro viaje a China! Más que en todo el año en Madrid. Bueno, pues Cristina se quedó a leer en la habitación y yo me bajé al hall que en ese momento estaba bastante animado, con gente jugando al billar, otros con maletas hablando en recepción, algunos sentados en los sofás en animada conversación... Yo me había bajado un libro, pero me dió por hacer un dibujito inspirado en uno de los cojines del sofá.


Y luego escribí una poesía que en ese momento mostraba una euforia contenida por mi estancia en China.

Jinete de un dragón de colores
o subido a lomos
de una nube voladora
contemplo bajo mis pies
las sinuosas curvas de las pagodas
que simulan provocativas danzas,
y rodeándolas en reverente adoración
puntos amarillos en movimiento.
Quiero mezclarme con ellos
que me acaricien manos blancas
suaves como la espuma del mar,
quiero ser arroz y tofu
y ofrecerme a ser devorado
por labios tan rojos 
como un atardecer en Xi'an.

Nada más acabar mi maravillosa poesía, ejem, ejem, se me acerca un chico chino, chino chico, y mira el dibujo con una amplia sonrisa cubriendo su rostro. Unos 30 años, camisa blanca reluciente con puntillas, pantalón vaquero ajustado y zapatos marrón y blanco recién salidos de la fábrica. Su inglés era horroroso, el mio también, pero se sentó a mi lado y tuvimos una sabrosa charla. Me dijo que era sacerdote católico, o quizá solo aspirante a ello, daba clases de catolicismo en una parroquia cercana al hotel. La religión católica tiene en China unos 7 millones de seguidores y pudimos ver iglesias con su cruz por muchos sitios por los que pasábamos al pasear. Se le llama  Tiānzhǔ jiào , la religión del señor del cielo. Cuando supo que yo era español se alegró mucho, según dijo porque España es un país muy cristiano. Bueno, pues vale, yo es que soy ateo de nacimiento, aunque no se lo dije para no darle un disgusto. Creo que la gente de China en general es más bien de mi opinión. Hablando con varias de mis alumnas chinas, en realidad no es que sean ateas, es que ni siquiera se lo plantean, el tema de dios que en España es de obligada reflexión y toma de postura, no es así entre los chinos. No les interesa el tema, simplemente, no saben si habrá o no una deidad pero como no tienen interés en saberlo, pues santas pascuas. Aunque si que hay doctrinas como el confucionismo o el taoísmo que prestan a la sociedad una serie de reglas morales y éticas y que la mayoría de las personas conocen en algunas de sus reflexiones o consignas.

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El caso es que este chico de camisa blanca y pelo repeinado hacia atrás si que era cristiano, apostólico y romano... bueno, esto último no. Yo creo que cuando yo hablaba el no me entendía nada o no le interesaba, era más bien monologuista. Empezó hablando de religión pero enseguida cambió de tema a otro sorprendente: la homosexualidad en China.

El país asiático legalizó la homosexualidad en 1997 y dejó de considerarla como una enfermedad mental en 2001, pero todavía perduran las actitudes discriminatorias hacia este colectivo, según diversas fuentes procedentes de miembros del colectivo LGTBI chino, que agrupa aproximadamente a 70 millones de personas. La moral y el tradicionalismo siguen pesando en la sociedad china, un país donde las enseñanzas de Confucio todavía configuran la moral de buena parte de la población, y hacen hincapié en la importancia de crear una familia, lo cual no pueden hacer los homosexuales por su incapacidad para tener hijos. Y si bien en Taiwán se ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, no sucede lo mismo en China.

Este chico, Adrián, según dijo que se llamaba (los chinos suelen adoptar un nombre occidental y es el que dan a los extranjeros con los que hablan, lo cual me parece bien, porque es imposible para mí acordarme de sus nombres originales como Qiaochu, Hui Ying y otros más difíciles aún),

- Ser homosexual ya no está prohibido y la sociedad lo va aceptando lentamente, pero es mejor no salir del armario en público, porque puede suponer que no te den un trabajo o no te acepten en un grupo. -me dijo.

- ¿Y el lesbianismo como se lleva? - le pregunté.

- No,no, chicas lesbianas no hay - ¡¡¡¡¡me dijo!!!!!

Afirmación que me extrañó más todavía cuando al poco rato el mismo se declaró homosexual, no claramente, sino a través de sus gestos, como por ejemplo poner su mano en mi brazo y acariciarlo lenta y disimuladamente. Ya que creí que la conversación había llegado a su fin, le dije que me estaba esperando mi esposa en la habitación y abandoné el hall con una sonrisa entre orgullosa y sorprendida.



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